Lo que parecía una pequeña parcela de hierba violeta, de más de cinco pies cuadrados, se movía a través de la arena en su dirección. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, advirtió que no era hierba; no había hojas, sólo raíces moradas. Las raíces giraban, para cada pequeña planta en todo el parche, como los radios de una rueda sin borde.

Aparentemente habíamos alcanzado una gran altura en la atmósfera, porque el cielo estaba completamente negro y las estrellas habían dejado de titilar. Por la misma ilusión que eleva el horizonte del mar al nivel del espectador en la ladera de una colina, la nube negra que había debajo se desplegó y el automóvil pareció flotar en medio de una inmensa esfera oscura, cuya mitad superior estaba sembrada de plata.

A medida que avanzaba, todavía ganando velocidad, las palpitaciones del día y la noche se fundieron en una grisura continua; el cielo adquirió una maravillosa profundidad de azul, un espléndido color luminoso como el del crepúsculo temprano; el sol tembloroso se convirtió en un rayo de fuego, un arco brillante, en el espacio; la luna una banda fluctuante más tenue; y no podía ver nada de las estrellas, salvo de vez en cuando un círculo más brillante que parpadeaba en el azul.

A medida que avanzaba, todavía ganando velocidad, las palpitaciones del día y la noche se fundieron en una grisura continua; el cielo adquirió una maravillosa profundidad de azul, un espléndido color luminoso como el del crepúsculo temprano; el sol tembloroso se convirtió en un rayo de fuego, un arco brillante, en el espacio; la luna una banda fluctuante más tenue; y no podía ver nada de las estrellas, salvo de vez en cuando un círculo más brillante que parpadeaba en el azul.